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El líder "casi" consciente - ¿Qué dice la neurociencia?

  • Aldo Rodríguez Trivero
  • 21 ago 2022
  • 3 Min. de lectura

“…El cuerpo habla y transpira química…”


¡Nos llama más la atención de que una madre pueda saber que su bebé esta llorando aun sin estar cerca de él de que una llamada entre por un celular y podamos hablar con alguien que esta al otro lado del planeta en tiempo real! ¡Así como las ondas viajan por el espacio, nuestros pensamientos y hormonas también! Hoy la neurociencia explica cosas que ya sabíamos, pero que no entendíamos cómo sucedían. Era sabido que un grupo de mujeres conviviendo un tiempo en un mismo espacio, tendían a sincronizar sus períodos menstruales. Lo no tan sabido era por qué. Aquí la neurociencia hoy nos explica que las hormonas que acompañan el ciclo menstrual de alguna manera traspasan el cuerpo generando un “efecto contagio”, vale decir, sugestionando o activando el mismo proceso en otras mujeres. Como cuando conseguimos empatizar una emoción fuerte con otra persona, nos contagiamos de esa emoción replicándola en forma de espejo. Ese flujo emocional dispara la producción de diversas hormonas y neurotransmisores que nos permiten llevar a distintas partes del cuerpo aquello que necesitamos en el contexto dado. Así es que a grandes rasgos podemos decir que existen las hormonas asociadas a la felicidad (serotonina, oxitocina, endorfina y dopamina) y las asociadas al stress (adrenalina y cortisol). Todas cumplen funciones muy importantes y valiosas para el ser humano, pero al igual que cualquier alimento, el abuso genera efectos contraproducentes.


Por ejemplo, la adrenalina nos prepara para la lucha o para la huida acelerando el pulso cardíaco y la presión sanguínea. ¡Cierto nivel de adrenalina es fantástico para resolver algunos desafíos y hasta podemos disfrutar de sentirla fluir en el cuerpo! ¡El cortisol en respuesta al miedo, corta la energía al resto de los órganos y la concentra en el cerebro y los músculos preparándonos para el impacto! Abusar de ellas, lo que implicaría vivir en stress recurrente, produce el efecto contrario y nos conduce de a poco al encierro y la depresión. Bajan nuestras defensas y quedamos más vulnerables a enfermarnos. Nuestro cuerpo sufre y lo manifiesta de diversas formas. ¿Han reparado alguna vez en la correlación entre los eventos de salud que han tenido con el estado emocional recurrente en ese período de tiempo? Seguro que te vienen varios ejemplos inmediatamente.





Recuerdo dos eventos de salud importantes en mi carrera y reconozco que me llevo varios años darme cuenta cuál era el límite de cortisol que podía asimilar sin consecuencias al menos evidentes en el corto plazo… No me gusta mucho hablar de esto, de alguna manera siento vergüenza por no haber sabido autogestionarme emocionalmente. Me refiero particularmente a poner límites a mi nivel de autoexigencia, así como a aquellas personas y situaciones que me hacían daño. Por el contrario, consideraba que estas situaciones eran necesarias para generar ese “cayo” que me permitiría asimilar mayor nivel de cortisol. En algún sentido era verdad, al desarrollarme profesionalmente fui aprendiendo a gestionar mayor nivel de responsabilidad y complejidad de forma tal que las cosas que me estresaban al principio luego ya no lo harían. Por otro lado, el nivel de cortisol no necesariamente descendió dado que nuevos desafíos traerían mayores niveles de stress a mi vida. Aclaro que, no se trata de evitar el stress, cosa que es imposible, sino de no naturalizar la vida en él, ya sea dentro o fuera del trabajo. Esto último es nuestra decisión y nuestra responsabilidad. Después de años de aprendizaje y meditación Buda concluyó que “…el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional…”


Un joven profesional que trabajaba en planeamiento de producción, con muchas responsabilidades y poca experiencia, un día siente un dolor en el estómago que no lo deja erguirse. Llama al padre a última hora del día quien lo retira del trabajo y lo lleva al hospital. El dolor era agudo e insoportable. La guardia del hospital estaba llena así que hubo que esperar. De pronto el joven se levanta de la silla y sale a la calle, caminando doblado como alguien que tiene una herida en el estómago, y se dirige a un teléfono público. En aquel momento no existían los celulares. Llama a la fábrica y pide hablar con el gerente de producción y le dice “… vas a tener que cambiar de producto en la línea 4, los envases no van a llegar a tiempo…” Corta la comunicación y vuelve al hospital, aunque su cerebro seguía trabajando. Horas más tarde sería atendido y diagnosticado con gastritis severa.


¿Alguno se siente identificado con esta historia? ¿Qué debió haber hecho el joven? ¿Cuándo empezó la gastritis? ¿Cuáles son las cuestiones de fondo? ¿Consideran que aprendió la lección? ¿Alguno piensa que volvió a tener otro evento de salud?


Alguno piensa que cuando sos Director, VP o CEO ya no pasa?




ALDO RODRÍGUEZ TRIVERO - Business Expert, Coach & Mentor

 
 
 

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